El genoma del erizo de mar posee los componentes de la vista, el olfato y el sistema inmune de nuestra especie.
Si el camino hacia el descubrimiento, como sostiene el premio Nobel Sydney Brenner, el genoma del erizo de mar, iluminará pronto la biología.
Los zoólogos ya sabían que el erizo de mar, Strongylocentrotus purpuratus, debía estar algo más próximo a nosotros que las moscas, las gambas y los demás artrópodos, siempre que se pueda aplicar a 500 millones de años evolucionando por separado. Pero ni uno solo de los científicos que han secuenciado su genoma había previsto encontrar ciertas familias de genes humanos en el erizo. Tiene 23.500 genes, más o menos como nosotros. Y 979 de ellos -también un número similar al nuestro- son genes de los sentidos: fabrican proteínas específicas para la visión, el olfato y el oído. Un dato notable, ya que el erizo carece de ojos, narices, orejas o antenas, y ni siquiera, que se sepa, tiene un cerebro que pueda centralizar toda esa información para elaborar con ella algún comportamiento útil.
¿Qué significa todo esto? Los científicos no lo saben aún, pero ya han obtenido algunas pistas, de los genes de la visión: varios de ellos, incluidos los que fabrican unas proteínas esenciales para la captación de luz en los animales que sí tienen ojos, están activos en unas minúsculas estructuras situadas bajo la punta de cada espina. Nadie había reparado en esas minucias estructurales, pero consideran ahora probable que las espinas del erizo, además de ser sensibles al contacto, lo sean también a la luz.
En la genética de su sistema inmune. Los invertebrados, como las moscas, las gambas y los erizos de mar, tienen un sistema inmune, pero está muy lejos de la gran invención evolutiva de los vertebrados. Nuestro sistema inmune es adaptativo: los genes que heredamos son sólo los elementos de un generador combinatorio capaz de producir una variedad infinita de anticuerpos (el anticuerpo que reconoce al agente infeccioso del momento es amplificado en una especie de imitación intracorpórea del darwinismo).El sistema inmune del erizo y los demás invertebrados no es adaptativo, sino innato: una serie de genes que fabrican productos antimicrobianos genéricos, sin capacidad combinatoria para generar novedad en cada individuo. El erizo también posee genes de las interleukinas y de varios TNF (factores de necrosis tumoral), que en el ser humano son moléculas mensajeras esenciales entre las distintas células especializadas (linfocitos) del sistema inmune. Otra paradoja, puesto que el erizo carece de esos linfocitos especializados.
De ser así, las verdaderas constantes biológicas no serían órganos como los ojos (o como los sistemas inmunes adaptativos), sino unas operaciones genéticas más básicas, abstractas y reutilizables. Es realmente interesante que los mismos genes se usen de formas distintas para percibir el entorno.
En mi opinión, estas paradojas me resultan muy extrañas, ya que es difícil pensar que un erizo de mar, posee el mismo genoma y el mismo sistema inmune que nosotros. Aunque es un avance para la ciencia, porque podemos descubrir realmente de donde venimos y que evoluciones hemos hecho, ya que aún se piensa que hemos evolucionado por separado desde hace 500 millones de años. Se podría pensar que venimos todos del mismo lugar, ya que tenemos muchos componentes iguales a ellos y a otros seres vivos, aunque realmente parece imposible, sin embargo no hay nada imposible. Finalmente este artículo esta relacionado en el tema del sistema inmune ( T.19) y en el ( T.16), el conocimiento del genoma humano.
1 comentari:
Buen trabajo Alba. Sería muy interesante que citaras e incluso enlazaras tus fuentes, hacer un link a la noticia del periódico o de la página web en la que has leído la información es muy fácil.
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