En este trabajo a escala nacional, el equipo de investigación del Servicio de Salud de la Universidad de Kioto (Japón), examinó a 5.170 niños de hasta 17 años de edad que hubieran sufrido paro cardiaco fuera del hospital. Los científicos recopilaron datos sobre si habían recibido RCP o no y, en caso afirmativo, cuál había sido el procedimiento utilizado.
El primer hallazgo fue la constatación de un cuadro neurológico favorable al mes del episodio cardiaco, según la definición de una categoría de función cerebral, llamada de Glasgow-Pittsburgh, que distingue entre valor 1 (buen funcionamiento cerebral) y valor 2 (incapacidad cerebral moderada). Este resultado positivo se multiplicaba por tres en el caso de niños que habían recibido cualquier modalidad de RCP por parte de un testigo.
En niños en los que el paro cardiaco tenía una causa no cardiaca, la aplicación de técnicas convencionales de RCP (es decir, con respiración boca a boca) aumentaba las posibilidades de supervivencia que la aplicación de RCP con sólo compresión torácica. Asimismo, en niños en los que la causa del paro cardiaco era de naturaleza cardiaca, ambas modalidades de RCP tenían el mismo efecto.
En el estudio se afirma ser necesario apoyar una estrategia de formación en RCP de doble funcionalidad: compresiones torácicas de RCP para el público en general, y RCP convencional (compresiones torácicas y respiración boca a boca) para individuos en contacto con niños que tienen una especial predisposición a sufrir paros cardiacos provocados por causas no cardiacas, como profesionales médicos, socorristas, profesores, personas con hijos y familias con piscina.
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