dimecres, 26 de desembre del 2007

LA CABRA HISPÁNICA.



Los machos y las hembras poseen permanentemente cuernos anchos y nudosos. Se agrupan en manadas durante el celo, que normalmente acontece en los meses de diciembre y enero. Una vez pasada esta época los machos adultos permanecen en solitario o se reúnen en pequeños grupos. Las hembras son poco prolíficas, teniendo una sola cría en mayo o junio y pudiendo quedar muchas sin criar. Es animal adaptado a la vida en zonas muy abruptas, pobladas por matorrales y pinares, u otras de mayor altitud con vegetación de alta montaña. Se alimenta de especies herbáceas, hojas y yemas de arbustos y árboles.

En nuestra región existían hasta 1999 dos poblaciones diferentes: la pirenaica, en el Parque Nacional de Ordesa y la de los montes de Beceite y sierra de Peñarroya de Tastavins, en la provincia de Teruel. El zoólogo D. Ángel Cabrera, en 1914, las consideró dos subespecies distintas a partir de las diferencias en la forma y el tamaño de las cuernas y la distribución de manchas oscuras en el pelaje de los machos adultos; estudios actuales ponen en duda la validez de estos criterios, considerándolas razas locales de la especie originaria Capra pyrenaica. La diferencia básica entre los individuos de una y otra población estriba en la cornamenta, que tiene forma típica de lira en los machos pirenaicos, y es más abierta y con menos curvatura en la de los turolenses. Sin embargo, esta característica está sujeta a grandes variaciones individuales. En las hembras no existe apenas diferencia, al tener una cornamenta de tamaño muy reducido.

La población pirenaica, que antiguamente ocupaba toda la cadena montañosa, no ha podido sobrevivir a pesar de que su último hábitat gozaba de la protección de la figura de Parque Nacional. Su presencia hasta principios de siglo en los montes de Benasque, los ejemplares existentes en museos franceses, los capturados en esa zona por los cazadores ingleses, así como los esqueletos encontrados los últimos años en cuevas de los Pirineos franceses, confirman su antigua distribución por toda la cordillera. Pero hacia 1980 el número de ejemplares era ya reducido, no sobrepasaba la treintena, en 1992 se censaban sólo seis y a principios del año 2000 se extinguió la última bucarda.

En los Puertos de Beceite, para evitar el peligro de su desaparición, también se protegió por ley desde el año 1973, prohibiéndose totalmente su caza. La cabra montés que puebla estos montes es denominada localmente salvaje. La principal población de cabras está en terrenos de la Reserva Nacional de los Puertos de Beceite, que engloba montes de las provincias de Castellón, Teruel y Tarragona. La declaración en 1966 de la Reserva Nacional de Caza fue el factor determinante del crecimiento numérico de la población, al estar su caza reglamentada. Hacia 1980 se contabilizaban unos 400 ejemplares y en estos momentos superan los 4.370. Al contrario de lo que ha ocurrido en el Pirineo la cabra montés de los Puertos de Beceite ha demostrado poseer un gran poder de adaptación. En estos momentos, muchos ejemplares salen de los límites de la reserva permitiéndose su caza fuera de dichos límites; en principio se ha establecido un cupo de caza de 385 ejemplares, de los que 40 serán catalogados como piezas de trofeo.

VIOLETA PITARCH MARÍN.


1 comentari:

Paco Rambla ha dit...

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