Hasta ahora, algunos ensayos clínicos apoyaban el tratamiento con este tipo de ácidos grasos poliinsaturados de origen marino para prevenir riesgos cardiovasculares, mientras que otros ensayos rechazaban sus efectos. Aunque el posible mecanismo de acción no estaba claro, los científicos a favor afirmaban cierta capacidad de los omega-3 para reducir los niveles de triglicéridos, prevenir arritmias graves e incluso disminuir la agregación plaquetaria y la presión arterial.
Las principales sociedades de cardiología recomiendan el uso de los ácidos grasos omega-3, ya sea en forma de suplementos o mediante asesoramiento dietético, en pacientes después de un infarto de miocardio.
La Administración de Alimentos y Fármacos de EE UU ha aprobado su ingesta solo para bajar los triglicéridos en pacientes con hipertrigliceridemia. En Europa, algunas agencias nacionales de reglamentación han aprobado la administración de ácidos grasos omega-3 para disminuir el riesgo cardiovascular.
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