Según un artículo publicado por Eva Van Den Berg en la revista “National Geographic”, en nuestro país recuperamos sólo el 11,5% de la basura que generamos. El resto, es decir, el 88,5%, acaba enterrado en los vertederos o quemado en las plantas incineradoras.
Además, año tras año crece la población de residuos sólidos urbanos (RSU). Si en 1995 originamos 1,036 kilos por habitante y día, en 2006 cada uno de nosotros alcanzó de media una producción de alrededor de 1,4 kilos diarios. Dicho de otro modo: en 1995 se generaron en España unos 15 millones de toneladas de RSU, y en 2006, unos 22. Todo ello a pesar de que, según el Plan Nacional de Residuos Urbanos 2000-2006, deberíamos haber disminuido en un 6% los residuos urbanos totales y mantenido en el año 2002 las mismas cifras que en 1996. Sin embargo, se estima que en los últimos 15 años ese tipo de residuos se ha incrementado hasta un 60%.
Aunque en España cumplimos las metas fijadas por la anterior norma europea relativa a los envases, cuyo objetivo era el reciclaje de entre un 25 y un 45%, la nueva directiva obliga a conseguir un 20% más. Logramos también las cotas mínimas de reciclaje, un 15%, para cada uno de los materiales. Pero eso queda lejos de los nuevos límites marcados. Si queremos cumplir objetivos y reducir nuestros residuos, deberemos seguir los cuatro principios que marca la UE: evitar o reducir su generación, preservar en el argumento de que quien contamina paga, anticiparse a los problemas y eliminar los residuos lo más cerca posible de su punto de origen.