Algunos árboles son
tímidos gigantes que marcan su espacio personal y al hacerlo crean una especie
de frontera fractal en los linderos celestes. Este fenómeno se conoce como
timidez de las copas de los árboles. La timidez de los árboles es un fenómeno natural observado en algunas especies, donde las copas no se tocan entre sí, formando un dosel con huecos similares a canales fluviales. Unas separaciones llamadas "ranuras de la timidez", que suelen medir entre 10 y 50 cm.
El fenómeno se conoce desde la década
de los 20, pero sigue siendo un tanto misterioso. Lo más probable es que se
produce por una especie de sinergia preventiva entre algunos árboles de la
misma especie y de especies distintas. Algunas veces esta demarcación ocurre
cuando los árboles colisionan a causa del movimiento del viento y entonces sus
puntas dejan de crecer en espejo. Esto se sabe ya que cuando diversos
investigadores han intervenido para que no choquen, las copas siguen creciendo.
Podemos especular poéticamente –porque las imágenes lo
motivan– que estos árboles trazan un campo de protección áurica, individual y
colectivo, en una oscilación eléctrica sutil. Al hacerlo forman sinuosas
sangrías entre la luz del sol y el azul del cielo. Estas formas nos recuerdan a
la emblemática dendrita (neuronas) y al patrón de
autosemejanza con el que crecen las hojas, los relámpagos y la electricidad.
Una hipótesis de la causa de éste
suceso es que las puntas son sensibles a la luz y dejan de crecer cuando
sienten menor cantidad de luz puesto que se acercan a la densidad de otro árbol
que bloquea la entrada del sol. Otra explicación tiene que ver con la
posibilidad de que de esta forma los árboles evitan que se diseminen ciertos
insectos que se alimentan de sus hojas. Lo que queda claro es que los árboles
se cortan perfectamente su propio pelo.
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