Según la legislación, la dirección del centro es la responsable de garantizar el tratamiento adecuado de los residuos peligrosos, asegurando que el personal sanitario cuente con los medios y la formación suficientes como para realizar de manera segura la manipulación, el almacenamiento y el traslado al depósito final de los mismos.
En este sentido, el personal de limpieza no es el encargado de esta tarea. Normalmente, los centros suelen optar por contratar la gestión externa a una empresa especializada que, a su vez, colabora en su gestión interna.
En primer lugar, es preciso clasificar y cuantificar con exactitud los residuos, teniendo en cuenta las propiedades fisicoquímicas de los residuos, sus posibles reacciones de incompatibilidad en caso de mezcla y su tratamiento final. Por otra parte, las sustancias clasificadas como cancerígenas se recogen aparte. El envasado y separación de los residuos es otra de las tareas fundamentales. En general, se suelen utilizar distintos tipos homologados de contenedores, bidones o cajas estancas de polietileno, así como envases de seguridad con cortafuegos y compensación de presión, dependiendo del tipo y la cantidad del residuo. En cualquier caso, el envase deberá estar correctamente etiquetado según el contenido, e identificado según el productor, de manera que se informe rápidamente de los posibles riesgos.
Asimismo, el almacenamiento de los residuos en los distintos grupos, hasta la retirada por parte de la empresa gestora, es también responsabilidad del centro. La normativa prohíbe almacenamientos de residuos durante más de seis meses. Si las cantidades son pequeñas o los residuos no implican riesgo muy elevado, los contenedores pueden almacenarse junto a los centros productores, procurando un espacio exclusivo o utilizando armarios de seguridad y evitando el apilamiento.
En cuanto a la manipulación de los residuos, se deben asumir diversas precauciones para evitar posibles peligros, como utilizar equipos de protección adecuados al tipo de residuo; asumir el máximo nivel de protección en caso de desconocer sus características; manipular residuos siempre en compañía; escoger el tipo de envase según el tipo de residuo y transportarlo de manera adecuada según el peso y el tamaño, depositándolos siempre que sea posible en el suelo, y nunca a más de 170 cm. de altura ni en zonas de paso; realizar un vertido a los envases de manera lenta y controlada, evitando llenarlos más allá del 90% de su capacidad y cerrándolos hasta la próxima utilización.
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