El surgimiento de la vida en la Tierra figura en la reducida lista de los mayores enigmas de la ciencia. ¿Comenzó la vida en una cálida charca a orillas de un mar primigenio, como imaginó Charles Darwin? ¿O en las profundidades de ese mar, alrededor de una de las hirvientes chimeneas hidrotermales observadas por primera vez en la década de 1970? ¿Y qué fue de aquel germen de vida? ¿Una célula? ¿Una molécula capaz de replicarse a sí misma?
Según una de las teorías más intrigantes, la respuesta a este misterio está dentro de nosotros mismos. El biólogo Harold Morowitz, de la Universidad George Mason, argumenta que nuestro metabolismo –las reacciones químicas que permiten a nuestras células convertir la energía y los átomos en moléculas útiles desde el punto de vista biológico- proporcionan un largo registro fósil de la vida en la Tierra. Morowitz y su colaborador Eric Smith, del Instituto de Santa Fe, creen que un conjunto crucial de reacciones químicas ha tenido lugar desde los primeros momentos de la vida, hace unos 4.000 millones de años. En estas reacciones intervienen sólo 11 pequeñas moléculas de carbono, como los ácidos cítrico y acético, un material muy corriente que debió de ser abundante en la joven Tierra.
Estas 11 moléculas pudieron haber desempeñado un papel en otras reacciones químicas cruciales que condujeron al desarrollo de biomoléculas tales como los aminoácidos, los lípidos, los azúcares y, con el tiempo, algún tipo de molécula genética como el ARN. En otras palabras, el metabolismo fue lo primero, antes que las células, que la replicación y que la vida tal como la entendemos.
Probablemente esto no es lo que quieren oír quienes se oponen a la enseñanza de la evolución, pero parece que algún tipo de selección natural molecular también es aplicable al mundo de la geoquímica. Algunos tipos de cadenas moleculares disputaron a otras los recursos del planeta, y de forma gradual dieron lugar a la clase de moléculas de las que depende la vida, y todo eso antes de que surgiera la primera forma de vida. Muchos científicos afirman que la vida no fue en absoluto un accidente caprichoso, sino el probable resultado de la interacción de las moléculas y los minerales presentes en la Tierra. “La vida es una elaboración de algo muy sencillo –afirma Smith-. Parece fácil e inevitable.”
En su nuevo libro titulado Ge·ne·sis, el especialista en ciencias de la Tierra Robert Hazen explica que muchas de las teorías acerca del origen de la vida implican el principio de “emergencia”. La complejidad puede emerger a partir de comienzos sencillos. Un ejemplo está en nuestro cerebro: las neuronas por sí solas no piensan, pero colectivamente producen el fenómeno que llamamos conciencia.
Con toda seguridad este tema será materia de un reñido debate durante mucho tiempo. Pero nuestro mundo no sería tan interesante si sus secretos más profundos pudieran descubrirse fácilmente. Al fin y al cabo, hemos tardado 4.000 millones de años en evolucionar hasta el punto de poder iniciar esa búsqueda.
Estas 11 moléculas pudieron haber desempeñado un papel en otras reacciones químicas cruciales que condujeron al desarrollo de biomoléculas tales como los aminoácidos, los lípidos, los azúcares y, con el tiempo, algún tipo de molécula genética como el ARN. En otras palabras, el metabolismo fue lo primero, antes que las células, que la replicación y que la vida tal como la entendemos.
Probablemente esto no es lo que quieren oír quienes se oponen a la enseñanza de la evolución, pero parece que algún tipo de selección natural molecular también es aplicable al mundo de la geoquímica. Algunos tipos de cadenas moleculares disputaron a otras los recursos del planeta, y de forma gradual dieron lugar a la clase de moléculas de las que depende la vida, y todo eso antes de que surgiera la primera forma de vida. Muchos científicos afirman que la vida no fue en absoluto un accidente caprichoso, sino el probable resultado de la interacción de las moléculas y los minerales presentes en la Tierra. “La vida es una elaboración de algo muy sencillo –afirma Smith-. Parece fácil e inevitable.”
En su nuevo libro titulado Ge·ne·sis, el especialista en ciencias de la Tierra Robert Hazen explica que muchas de las teorías acerca del origen de la vida implican el principio de “emergencia”. La complejidad puede emerger a partir de comienzos sencillos. Un ejemplo está en nuestro cerebro: las neuronas por sí solas no piensan, pero colectivamente producen el fenómeno que llamamos conciencia.
Con toda seguridad este tema será materia de un reñido debate durante mucho tiempo. Pero nuestro mundo no sería tan interesante si sus secretos más profundos pudieran descubrirse fácilmente. Al fin y al cabo, hemos tardado 4.000 millones de años en evolucionar hasta el punto de poder iniciar esa búsqueda.
1 comentari:
A través de l'article no es pot veure clarament en què es basa per a llançar la teoria. té raó, però al post no es veu clar.
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