En ciencia ficción, los astronautas entran en animación suspendida para matar el tiempo mientras cruzan el espacio interestelar. Hoy, la gente corriente también está interesada en esta práctica.The Wall Street Journal informaba que las clases pudientes hacen preparativos especiales para sus funerales: se nombran a sí mismos sus herederos, se congelan y esperan a descongelarse algún día en el futuro para reclamar sus millones (más los intereses).
Pero por ahora esta idea no es factible. Las personas, como algunos vegetales y ciertas clases de pasta, no se congelan bien. Para empezar, los cristales de hielo formados en los tejidos producen unas horribles quemaduras de frío. Sin embargo, la naturaleza presenta algunos planes factibles. La “flexibilidad metabólica” permite una especie de animación suspendida en los animales: tiburones que sobreviven fuera del agua o ardillas que hibernan a temperaturas justo por debajo del punto de congelación, respirando sólo unas pocas veces por minuto.
El oxígeno es fundamental para que las células animales transformen el alimento en energía. Pero también es volátil. El metabolismo basado en este elemento genera unas sustancias muy reactivas llamadas radicales libres: unas moléculas que destruyen las células y tienen un papel fundamental en el envejecimiento.
Mark Roth, del Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle, compara el oxígeno con el combustible de cohetes: “Puede llevarte a la Luna, pero demasiado oxígeno y demasiado rápido… y te consumes”.
Roth ha creado una estrategia para neutralizar la combustión del oxígeno en las células. Nuestro cuerpo produce sulfuro de hidrógeno, que, según su hipótesis, ayuda a mantener el oxígeno bajo control, ya que ocupa los espacios celulares en los que normalmente radica el oxígeno.
Según Roth, el sulfuro de hidrógeno actúa como un “agente de la guerra química en nuestro cuerpo, regulando el grado en el que ardemos”. El biólogo hizo un experimento con un ratón: lo encerró en una cámara con sulfuro de hidrógeno. Su ritmo bajó de 120 a 10 respiraciones por minuto, utilizó diez veces menos oxígeno y su temperatura corporal disminuyó 22º C. Seis horas más tarde, expuesto al aire libre, el ratón se calentó y recuperó la normalidad. “Lo convertimos en reptil y lo volvimos de nuevo en sí”, dijo Roth.
¿Adónde conducirá esta investigación? Quizá sirva para mantener vivos más tiempo los órganos donados hasta que se realice la intervención quirúrgica. Las víctimas de accidentes de tráfico podrían permanecer con vida más horas hasta que son trasladadas a un hospital. Pero nadie sabe adónde nos llevará la ciencia. Algún día la hibernación podría convertirse en una moda en ciertos círculos sociales. De hecho, muchos necesitamos ir más despacio.
Pero por ahora esta idea no es factible. Las personas, como algunos vegetales y ciertas clases de pasta, no se congelan bien. Para empezar, los cristales de hielo formados en los tejidos producen unas horribles quemaduras de frío. Sin embargo, la naturaleza presenta algunos planes factibles. La “flexibilidad metabólica” permite una especie de animación suspendida en los animales: tiburones que sobreviven fuera del agua o ardillas que hibernan a temperaturas justo por debajo del punto de congelación, respirando sólo unas pocas veces por minuto.
El oxígeno es fundamental para que las células animales transformen el alimento en energía. Pero también es volátil. El metabolismo basado en este elemento genera unas sustancias muy reactivas llamadas radicales libres: unas moléculas que destruyen las células y tienen un papel fundamental en el envejecimiento.
Mark Roth, del Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle, compara el oxígeno con el combustible de cohetes: “Puede llevarte a la Luna, pero demasiado oxígeno y demasiado rápido… y te consumes”.
Roth ha creado una estrategia para neutralizar la combustión del oxígeno en las células. Nuestro cuerpo produce sulfuro de hidrógeno, que, según su hipótesis, ayuda a mantener el oxígeno bajo control, ya que ocupa los espacios celulares en los que normalmente radica el oxígeno.
Según Roth, el sulfuro de hidrógeno actúa como un “agente de la guerra química en nuestro cuerpo, regulando el grado en el que ardemos”. El biólogo hizo un experimento con un ratón: lo encerró en una cámara con sulfuro de hidrógeno. Su ritmo bajó de 120 a 10 respiraciones por minuto, utilizó diez veces menos oxígeno y su temperatura corporal disminuyó 22º C. Seis horas más tarde, expuesto al aire libre, el ratón se calentó y recuperó la normalidad. “Lo convertimos en reptil y lo volvimos de nuevo en sí”, dijo Roth.
¿Adónde conducirá esta investigación? Quizá sirva para mantener vivos más tiempo los órganos donados hasta que se realice la intervención quirúrgica. Las víctimas de accidentes de tráfico podrían permanecer con vida más horas hasta que son trasladadas a un hospital. Pero nadie sabe adónde nos llevará la ciencia. Algún día la hibernación podría convertirse en una moda en ciertos círculos sociales. De hecho, muchos necesitamos ir más despacio.
Artículo publicado por Joel Achenbach, redactor del Washington Post.
1 comentari:
Interessant article, però crec que encara millor l'enllaç que has fet en "la flexibilidad metabólica", sobretot per a biologia, i el metablisme
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